lunes, 12 de mayo de 2008

Frente a Frente

Entre la niebla de la mañana

aparece una figura recortada

por un muro de bloques grises

manchado de cráteres profundos

guardando centenares de últimos

deseos, gritos y proclamas.

La figura es ahora un hombre

que se encuentra en harapos,

por los cuales se ven todas las

laceraciones de un cuerpo torturado

hasta la saciedad. Tiene los ojos

vendados y su postura permite

saber que apenas logra estar parado.

Detrás de el se encuentran siete

soldados apuntando con sus rifles

al hombre del muro, sus rostros son

de autómatas listos para seguir

cualquier orden.

A la derecha de los tiradores, se

encuentra un hombre alto, delgado,

con miles de insignias revelando todos

los actos de heroísmo y valentía que

ha hecho. Sostiene su kepis bajo

la axila, la escuadra al cinto, unas

botas lustradas a la perfección y una

mirada cansada, de alcohólico.

Todos están listos, el prisionero,

los tiradores, y el oficial. Se escuchan

a lo lejos explosiones, estallidos y

carreras de la gente, hay vítores por todos

lados. El oficial y el prisionero comprenden

lo que sucede, al contrario de la maquinaria

de fusilamiento, que parece no comprender

nada de lo que sucede.

El oficial se coloca el kepis con fuerza,

camina hacia el muro y desata al

condenado, entregándole el arma y

colocándose frente al muro, mientras que

lo ata el otro. Ambos hombres se contemplan

con una sonrisa breve, amarga de aceptación.

La sonrisa les hermana. El condenado

levanta la mano y da la orden. Los fusiles

son disparados y hacen nuevos cráteres

en el muro. El cuerpo se desploma y mancha

la tierra con su sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Porque hay algo en todo esto que no encaja, y creo saberlo, pero aceptarlo sería lo peor de todo, porque bastaría para aniquilar los restos de mi. Ojalá esté equivocado.