miércoles, 27 de mayo de 2009

MetropoliD

Columnitas como puntos culturales en MetropoliD

-En la ciudad, de Glehnhoff.

-El otro saco, la mía.

Nada del otro mundo la verdad...

martes, 26 de mayo de 2009

Apertura Veresov

-Al azabache de tu pelo.

Las luces de la Catedral se hinchaban en la noche que se tragaba a la ciudad sin que

nadie lo notara. Benjamín caminaba despacio rodeando la fuente central apagada, el

estanque límpido reflejaba el azabache de las nubes del cielo justo antes de que se

desparramara en lluvia. Él lanzó la colilla del cigarro aún encendida que cayó haciendo

piruetas de mosca sobre las baldosas de concreto. Sin necesidad de entrar en contacto

con las gotas, Benjamín sentía la humedad azarosa que se respiraba por esos días de

octubre. En el fondo la antena de un edificio acababa en intermitencias rojas y el Portal

del Comercio se alargaba ufanándose. Luego de cinco minutos estáticos en el centro

de todo, Benjamín regresaba hacia su cansado apartamento en un segundo piso frente

a la Avenida Elena. Cada paso estampado sobre el suelo transformaba en añicos su

conciencia y volvía armarla y las gotas de lluvia parecían traspasar su ropa, cortar

profundas heridas en la piel y deslizarse hasta su vientre, venciéndolo, derrumbándolo,

carcomiéndolo lentamente desde dentro. Las calles vacías en la madrugada le

reconfortaban, ni un carro, ni un grito, ni un lamento, ni un suspiro se escuchaban más

allá de su acompasado caminar, solo el repiqueteo de la lluvia se hacía presente.

Su respiración agitada chocaba contra las paredes, las ventanas y sus casas.

Anónimo de pueblo grande llegó al apartamento y se encerró en una oscuridad

más densa que la de afuera, lanzó su abrigo al suelo y repasó con la mano su

rostro empapado, un escalofrío le recorrió la médula y acabó en sus pies también

mojados. A tientas de ciego buscó el interruptor de la luz y lo presionó, cosiendo

instantáneamente las paredes blancas, un par de libreras de caoba con mil ejemplares

revueltos, una cama sin hacer y un crucifijo metálico colgado sobre la pared, después

la luz rebotó en las ventanas y observó su pálido reflejo, un cuerpo escueto y apenas

sostenido por delgados huesos, una piel pegada a estos, unos ojos hundidos y pómulos

chupados, una frente prominente y unas cuantas canas sobre el castaño de su cabello

enmarañado. Se recostó sobre la cama olvidando apagar la luz, irritándose y maldiciendo

por lo bajo, separódeunsoloyapagólaluzregresandoa la cama. Aún no lograba discernir

la noche de hoy, todo un amasijo de ideas, de recuerdos, de Mercedes. La imaginó

como hacía veinte años, cuando se conocieron, él un estudiante de Derecho y ella de

Farmacia. Su cabello largo y ondulado, sus piernas largas, busto pequeño, los ojos

avellanados y la piel nacarada de Mercedes lo distrajeron por completo una tarde

de jacarandas, cuando leía sentado en la acera. Desde ese entonces, algo había

germinado en él, una creciente desazón. Logró averiguar quién era y cómo se llamaba,

inventó mil formas para encontrarla de nuevo, hasta que en una conferencia la vio

sentada, delante, con un cuaderno pequeño tomando apuntes. Ese día la invitó a salir,

ingrávido, a tomar un café, ella muy a gusto aceptó. Continuaron saliendo hasta que

ella le presentó a su familia, luego cerraron la universidad y decidieron ir a vivir juntos.

Con los años y sus desavenencias ella fue enfermando, nadie podía explicar lo que le

ocurría, decidieron sacarla del país para hacerle unos exámenes, y ella le había rogado

a Benjamín que se quedara acá, que no quería que la viera de esa forma. Benjamín se

fue durmiendo lentamente entre los recuerdos de la niña de Farmacia que recordaba.

La chispa reventada que saltaba de cable espigado en espigado cable de regreso

despertó a Benjamín. Poco a poco fue sintiendo la gravedad sobre el cuerpo, la

ausencia de las sábanas que estaban tiradas en el suelo, el inesperado frío de la

mañana, el traqueteo de las motos y las camionetas, la convulsión del centro en su

pequeño apartamento. Fiel al desvelo no esperó un instante más en la cama, tomó

un baño helado, se vistió con un pantalón negro, una camisa blanca, amarró una

corbata dorada al cuello, calzó unos zapatos de cuero, cubrió todo con un saco

azul alargado, y terminó con una bufanda sobre la espalda. Salió a la calle y bajó

hacia la octava avenida, se detuvo en una tienda y compró una cajetilla de Payasos

y una coca-cola. Con cigarro en boca y agua en manos, se enfiló hacia el Mercado

Central. La fachada trasera de la Catedral con sus tres ventanales abarrotados y la

entrada a unas catacumbas del insigne clero y uno que otro presidente hacían de

guardia para la entrada al mercado. Una muralla de algarabía de aves cubría la entrada

con una pérgola de cedro semicircular y unas cuantas banquitas que usaban niñas

en faldas escocesas más una pila de piedra con tres cántaros gigantes de barro,

atravesaban unas monjas de corte morenitas la pequeña plaza, un vagabundo

tambaleante con tenis destrozados y barbado esperaba la venida de Dios a la Tierra

entre dos ficus enormes. Benjamín se introdujo en el mercado subterráneo, en el

primer nivel <> saludaba un vendedor, rodeado de centros de mesa,

collares de jade falso, toda clase de objeto encuerado, sombreros de petate y todo

remarcado con el sello de Guatemala. Siguió descendiendo al segundo nivel, el

aroma a fruta fresca y semilla le golpeó de pronto, un pasillo repleto de carne

continuaba al fondo, vendedoras gritando y ofreciendo, doñas regateando, patojos

chispudos de un lado a otro, radios a todo volumen, basura degradable cubría todo

el piso. Benjamín siguió hacia la sección de los comedores, buscó el más limpio en

apariencia, jaló un banquito de plástico y se sentó, ordenó un atol de habas con

chile y unas tiritas de estómago. Mientras comía tomó un periódico apilado del día,

y leía los hechos del fin de semana que acababa de pasar, cuando perdió todo apetito

al leer que Elvia Elizabeth Acs Rax, de veinte años, y su esposo Belizardo Cho Rax

viajaron desde Chisec a la capital hace tres días en busca de trabajo. Cuando se

quedaron sin dinero decidieron pasar la noche en una casa abandonada en la sexta

avenida y vía cinco, zona cuatro. Sin embargo, cuatro sujetos irrumpieron el lugar,

golpearon al marido, violaron a la joven y luego la mataron a golpes. Dejó todo a

medias y pagó la cantidad exacta, por último compró un arroz en leche y salió del

mercado. Encendió un cigarro y entre sorbo y humo, fue al antiguo Palacio de

Correos. Unas puertas gigantescas de madera con bronce enchapado permitían la

entrada a un sinfín de niños. Benjamín subió unos escalones de mármol atravesando

la recepción dejando atrás el ruido de sellos contra cartas y hojas. En el segundo

piso una exposición de primas gigantes que cambiaban de tonos celestes a intensos

rojos llenaba el corredor de baldosas con azulejos amarillos. Un conjunto de cuerdas

interpretaba a Vivaldi en alguno de los salones del ala este del edificio. Benjamín llegó

hasta el aula 209, tocó la puerta con resignación y esta se abrió con fuerza. Un hombre

de baja estatura y calvo, con una camisa floreada, unos pantalones de casimir y sandalias

sonreía a Benjamín.

- No esperaba verte tan pronto, siempre puntual, no como el resto.

-Ya sabes cómo soy, David, un neurótico amargado.

-Creeme que te entiendo -no, vos no me entendés ni rosca pensó Benjamín.

El suelo de la pieza estaba alfombrado en triángulos, un escritorio amplio dominaba el

centro, con una araña vetusta llena de focos inservibles, una ventana ovalada daba hacia

la calle y permitía que se colara un poco de luz. Ambos hombres se sentaron y David

sacó de un armario pequeño una botella de whisky y dos vasos de base cuadrada.

Sirvió un poco en cada uno y ofreció el debido a Benjamín.

-Cada día me cuesta más, las madres envían a sus hijos creyéndolos superdotados

por ver tanto esos canales “educativos” en la televisión. Creen que esto de aprender

ajedrez los hará infinitamente sabios -decía David, mientras Benjamín separaba el vaso

de los labios rajados y tragaba rasgado. Pero no, ni uno solo pega bola, solo andan

por ahí picándose la nariz con los peones.

-Ni me lo imagino.

-Claro que no te lo imaginás, es imposible esta mierda, ya estoy harto.

-Dejalo entonces, sabés que no necesitás el trabajo.

-¿Qué haría con mis días? ¿Morirme enterrado en un sillón? Ni verga, prefiero esto

antes que la jubilación autoimpuesta.

David sacó un tablero de ajedrez del escritorio y una bolsa de cuero con las piezas.

Los indios, los caballos, los curas, los campanarios y los reyes católicos se ordenaron

sobre los cuadros blancos y negros. Benjamín encendió otro cigarro y lo dejó sobre

un cenicero de cobre. El sol comenzaba a bajar lentamente en el cielo rasgado. Los

dos se vieron un momento y comenzaron a jugar. Benjamín abrió con la Vienesa.

-Sos tan predecible, Benjamín. Siempre con tus aperturas románticas.

En el cuarto solo resonaban los clacs del cronómetro y el arrastre de las piezas.

-Mirá David, necesito pedirte un favor.

-¿Es por eso que estás jugando tan mal verdad? Estoy a cuatro pasos del mate y

lo sabés.

-¡Escuchame! -gritó Benjamín, lanzando el tablero al suelo. Mercedes murió ayer,

su hermano llamó para decirme. No soportó la cuarta operación, los doctores no

pudieron hacer nada. Benjamín seguía fumando mientras se colocaba el saco y se

marchaba ante David, quien se paró y caminaba de un lado a otro, sin decir nada.

Ya afuera, Benjamín dejó una carta que llevaba en la bolsa en el buzón del correo.

El sopor de la tarde se adueñaba de los transeúntes y Benjamín solo caminaba.

Llegó a su apartamento, abrió una botella de coñac y dio un gran trago, apretando

los párpados. Ordenó toda la pieza, dejó sin arrugas la cama, levantó todas las

novelas tiradas, cerró las puertas con llave, corrió las persianas cubriendo las ventanas.

Apagó las luces, sacó un cigarro del paquete, de un fosforazo haló la llama e inhaló

profundamente. La nubecita de humo se expandió hacia todas partes. Benjamín se

acostó sobre la cama, de la mesa de noche a su derecha jaló la gaveta y sacó un revólver

con tres balas. Cargó el arma y dejó sentir el metal congelado en la sien, apagó el

cigarro. Cogió las colchas a sus pies y se tapó con cuidado, cabeceó sobre la almohada

un par de veces y dispuso pensar en el día siguiente, en la hora a la que se despertaría,

en lo que compraría para desayunar y el breve aroma del perfume de Mercedes se le fue

colando finamente en la nariz, mientras repasaba el día siguiente, organizando todo el

siguiente día, angustioso día siguiente, y la imagen de Mercedes fijada ahí, el hálito

perpetuo y el siguiente día aún reponiéndose de la inminencia que daría la ausencia de

Mercedes, de esos ojos cándidos y brillantes, de su sonrisa fugaz y del día siguiente

reverberando, a lo lejos ya, sin Mercedes nunca más para siempre, y no hallaba otra

cosa que Mercedes, el día había perdido todo su sentido, solo Mercedes seguía,

continuaba, inmutable y perfecta antes y delante de todo y cualquier otro día, y otra

hora y otro minuto y otro segundo y Mercedes infinita hasta la repetición de todos

los tiempos, hasta que lograba dormirse en un sueño abismal y dejaba de pensar,

solo murmullo de Mercedes.

domingo, 17 de mayo de 2009

Murió Mario Benedetti


El escritor falleció ayer, a los 88 años. En las últimas semanas había sufrido un deterioro en sus condiciones de salud. El velatorio será hoy en el Palacio Legislativo de Montevideo.

El escritor uruguayo Mario Benedetti falleció ayer a los 88 años, tras sufrir en las últimas semanas un deterioro en sus condiciones de salud, informaron sus allegados, según reportó la agencia noticiosa Ansa.

Benedetti, autor de "La Tregua", se encontraba en su hogar de la capital uruguaya, informó radio El Espectador, y en los primeros días de mayo estuvo internado debido a una enfermedad intestinal crónica.

El velatorio se iniciará hoy a las 9 de la mañana en el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo en Montevideo, y aunque aún no se conocía la hora está prevista la concurrencia del presidente del Uruguay, Tabaré Vázquez.

Acerca del poeta fallecido, el director de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo, Mauricio Rosencoff, dijo que Benedetti, a quien calificó como "un entrañable amigo", murió a causa de la edad.

Rosencoff describió al escritor fallecido como "un ser humano absolutamente excepcional" con quien compartió muchos momentos de su vida, al trabajar juntos en las revistas Peloduro y Marcha, y en la militancia política en el Movimiento 26 de Marzo.

Como un último adiós, Rosencoff consideró a Benedetti "un pedazo de su vida", y exclamó: "¡Mario sos inmortal! Espero que entres en la categoría de los inmortales".

El poeta hoy fallecido había estado internado y luego dado de alta en el Sanatorio Impasa el 6 de mayo último, tras haber permanecido varios días en estado delicado. En aquella oportunidad, su secretario personal informó a El Espectador que el estado de salud de Benedetti era normal, aunque con las precauciones necesarias por su edad y por el tipo de enfermedad que padecía.

El año pasado Benedetti ingresó tres veces a esa mutualista, la primera de ellas, entre enero y febrero, tras sufrir una enterocolitis que le causó deshidratación. La segunda fue por problemas respiratorios y la última por una descompensación.

Benedetti, el más prolífico poeta uruguayo, integrante de la Generación del 45, editó en septiembre pasado "Testigo de uno mismo", escrito en verso, y trabajaba en un nuevo libro también de poesía bajo el nombre de "Biografía para encontrarme".

Pese a haber ganado especial reconocimiento a través de sus novelas "La tregua" (que lleva más de 140 ediciones) y "Gracias por el fuego", Benedetti permanece en el imaginario colectivo debido a poemas inolvidables como "No te salves", "Corazón coraza", "Táctica y estrategia" o "Te quiero".

Nacido el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros e inscripto bajo el larguísimo nombre de Mario Orlando Hamlet Ardí Brenno Benedetti -una costumbre de su ascendencia italiana-, escribió más de 80 obras entre poemas, novelas, cuentos, ensayos, obras de teatro, crónicas de humor y guiones de cine.

Entre ellas, se destacan "Poemas de la oficina" e "Inventario", la novela "La borra del café", los cuentos "Montevideanos", "El presupuesto", "Puntero izquierdo", "Los pocillos", "Familia Uriarte" y la obra de teatro "Pedro y el capitán".

Artistas como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Daniel Viglietti, Sandra Mihanovich, Soledad Bravo y Pablo Milanés, entre muchos otros, interpretaron algunos de sus más célebres poemas y los convirtieron en parte del acervo musical popular.

A lo largo de su destacada trayectoria, recibió numerosos premios internacionales como el Reina Sofía de Poesía en 1999, el Iberoamericano José Martí en 2001, el Internacional Méndez Pelayo en 2005 y fue condecorado con la orden venezolana Francisco de Miranda en grado de "generalísimo" en 2007 y designado miembro de honor de la Academia Nacional de Letras de Uruguay.

No sólo su obra fue traducida a más de veinte idiomas, sino que la película "La tregua" dirigida por Sergio Renán y adaptada de su obra homónima, fue candidata a los premios Oscar que entrega la Academia de Hollywood en 1974 en la categoría de mejor película extranjera.

Incluso, el escritor de animó a la actuación en el filme "El lado oscuro del corazón" (1992) de Eliseo Subiela, basado en sus poemas, donde personifica a un marinero alemán que recita uno de sus versos a una prostituta mientras toma un whisky en un cabaret uruguayo.

Benedetti varias veces fue candidato al Premio Cervantes y declarado doctor Honoris Causa por las universidades de Alicante, Valladolid, La Habana y Milán.

----------------------------------------------------------

El montevideano más universal nunca dejó de reivindiar el papel fundamental de la poesía: "Contra ciertos insomnios, por ejemplo, vendría bien más lectura".

México, DF. Tal y como él escribió: El olvido está lleno de memoria, así quedará, en el recuerdo vivo, la obra y palabra de Mario Benedetti, autor de más de 40 libros y traducido a más de 15 idiomas.

Antes de despuntar como escritor, formó parte del semanario Marcha desde 1945 -año en el que publicó su primer poemario La víspera indeleble- y hasta 1974, año en que dejó de editarse. También dirigió la revista literaria Marginalia.

En 1949, siendo miembro del consejo de redacción de Número, publica su primer libro de cuentos Esta mañana, y dos años más tarde su primer novela Quien de nosotros.

Para ese entonces, Benedetti ya se había manifestado públicamente contra el Tratado Militar con Estados Unidos. Esta misma convicción lo llevó años más tarde a exiliarse debido a la dictadura en su país, primero en Argentina, así como en diferentes momentos de su vida en Cuba y España.

A lo largo de su vida dejó en claro su postura crítica frente a "la hegemonía de unos pocos en contra de otros más débiles. En este juego de poderes ya se sabe quién gana la partida, el cowboy del norte (Estados Unidos)", declaró en una entrevista de 2001.

"No es que tenga demasiada esperanza en que este mundo (sin embargo...) no me parece que sea bueno desistir, hay que seguir creyendo en la 'revolución posible' e intentar poner los medios para llevarla a cabo. Yo lo hago a mi modesta manera, con la escritura".

Según sus biógrafos, fue en 1959 cuando viajó por vez primera a Estados Unidos y fue ahí cuando percibió "el verdadero rostro del imperialismo", toda vez que en ese mismo año acontece la Revolución Cubana. Este hecho, declaró en su momento el escritor, le hizo mirar a América Latina cuando muchos intelectuales aún vivían bajo el encanto de lo europeo.

En 1966 visitó por primera vez Cuba y, entre 1968 y 1971, trabajó en la Casa de las Américas, institución cultural cubana. En ese último año fundó el Movimiento de Independientes “26 de marzo” que integrará, poco más tarde, la coalición de izquierdas Frente Amplio.

A inicios de la década de 1980 cambia su residencia a Madrid. Desde ahí publica Primavera con una esquina rota y colabora semanalmente en la sección de Opinión de El País.

Una vez restablecido el régimen democrático en Uruguay en 1985, el intelectual regresa a su país y desde ese momento decide permanecer temporadas ahí y otras en España.

A inicios del siglo XXI, el montevideano más universal reivindicó, en una entrevista con Dpa, el papel fundamental de la poesía y el arte "en un mundo donde todo se ha globalizado tanto, empezando por una hipocresía generalizada. Vivimos en un universo virtual en el que la gente no se habla frente a frente y recurre al teléfono móvil o a Internet".

Esa misma ocasión, Benedetti aseguró que "es muy difícil quitarle a las personas su amor por la poesía, por la lectura, por el arte en general, porque son como una especie de bálsamo. Contra ciertos insomnios, por ejemplo, vendría bien más poesía, más lectura".

Telam, La Jornada.

domingo, 10 de mayo de 2009

Lecturas de cenicero para ti

-Yue, reflejo del Sol.

Segundo Canto del Altazor

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma

Al irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro

¿Qué combate se libra en el espacio?
Esas lanzas de luz entre planetas
Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Que pasea en el bosque de los sueños

Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la
( noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del recuerdo de tus complacencias y de tu
( cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez

El arco de tus cejas tendido para las armas de
( los ojos
En la ofensiva alada vencedora segura con orgullos
( de flor
Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si hay un poco de viento

Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio

Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de
( noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad

He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche

Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de
( sueño

En vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Que tiene un ritual sagrado en la garganta

Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi
( pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Y esas islas que viajan por el caos sin destino a
( mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Y si en ese desierto cada estrella es un deseo de
( oasis
O banderas de presagio y de muerte

Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus cons-
( telaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire

Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo esa voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío

Te hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se
( vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta

Sueño en un sueño sumergido
La cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas

Mí alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra tron-
( cos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores
( sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del
( mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la
( catástrofe

Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del
( agua
Y te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Ni la paloma demacrada dormida sobre un
( lamento
Ni el arcoiris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma
( a alma

Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Con la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en
( la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda
( su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien
( salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada
( por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de
( admiración

Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Estoy sentado en el rincón más sensible de tu
( mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas

Nada se compara a esa leyenda de semillas que
( deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a
( la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a
( colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un mur-
( mullo en la eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos
( encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las cente-
( llas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu
( vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?

Vicente Huidobro

lunes, 4 de mayo de 2009

Con ansias