lunes, 11 de agosto de 2008

La Parca

La sucesión de gotas precipitándose
en el aire hacia el charco del suelo
rompe el silencio etéreo de la noche
de rugidos feroces sobre las láminas
de esta ciudad bíblica. Las vidas se
transmutan en la sangre de Lilith y
ninguna de ellas tiene comienzo y
final. Lo único que me recuerda,
que me mantiene atado a este mundo,
es la colilla del cigarro entre mis
labios. Mis pensamientos son un
caos y derivan en mares de recuerdos
futuros, de presentes poliformes y de
pasadas miradas. El destino se ha
roto en minúsculos espejos delante
de mí, y no logro unirlos, a pesar de
que cualquiera diría que llevo una vida
placentera y común. Esto es lo que no
saben, que esos pequeños espejos delante
de mí, son mis ilusiones, son galaxias
dentro galaxias hasta la infinidad, y mi
ser tan leve, tan débil, tan frágil, tan
humano, desea elevarse y olvidar
todos esos mundos, todas esas vidas,
detener el tiempo y dejar a la nada
obrar a su antojo con nosotros, con
ustedes. Sólo el olor de los jazmines
me acompaña en estas vidas efímeras,
y el desasosiego se escapa de mí, el
aroma de los jazmines me llena los
pulmones lentamente, acariciándome,
rozándome, borrándome de esta
existencia y llevando consigo lo que
una vez fue mi ser y mi vida hacia
los más bellos empíreos junto a ti.

1 comentario:

José Roberto Leonardo dijo...

Visceral, desde las entrañas de "esta ciudad bíblica"

saludos vos