domingo, 8 de marzo de 2009

... (¿I?)

Domingo 8 de marzo de 2009



Y aquel que se atreva a suspirar un “te lo dije” que espere lo peor, así como yo, de la misma manera, pasé teniendo pesadillas todas las noches por dos semanas y un poco más, me percato por mucho que todo

ha sido un solo día, que también hoy, todo se puede hacer realidad, y para terminar de atormentarme

con mis ocurrencias todo resulta siendo cierto, tan cierto que parece imposible, parece detestable,

parece tan sólo una burla, porque, a fin de cuentas, una daga más clavada en el pecho no es

nada, es algo imprevisible, es algo que pasa y ya, todo termina, “total, no pasa nada, me

desangro”, y me desangro tan lentamente, que casi lo percibo, que casi siento cómo

cada célula muere al contacto con el oxígeno, casi siento la sangre que me rodea,

que recorre todo, que cubre las paredes, grita y exhala e inhala, y a suspiros me

desmayo, empapándome en mi sangre, en mis glóbulos rojos, en todas esas

cosas que tiene la sangre, mi sangre, sangre que huye, sangre que no

soporta más la prisión de las venas, del esfuerzo vano del corazón moviendo

la sangre, decantando cada gota de sangre, cada sonido, cada luz, cada color, cada

calor calado con cuidado cubriendo todo, absolutamente todo, carajo. Sí, la vida impresionante,

mi sangre salpicada en un lienzo, líneas de mi sangre, trazos de mí, por todas partes, una habitación,

una cama, un bombillo titilando, y a lo lejos la roja luna en el cielo. Pero es que ni todas las batallas, ni

todas las guerras, ni todas las muertes, ni todos los apocalipsis, ni la ira de Dios ni la astucia del condenado

se comparan ahora con lo que fluye en el lugar de mi sangre, en lugar de todo, todos son pestañeos apenas comparados con lo que deseo ver el mundo arder en llamas, con lo que deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo deseo.

Quizá nadie lo lea, quizá nadie lo vea, quizá nadie lo sepa, ¿hasta cuándo? Hoy en la mañana todo bien,

ayer todo bien, hace unos días todo bien, hace unas semanas todo bien, hace unos meses todo bien,

pero el eterno retorno te coge aunque no quieras, y todo habrá de repetirse, y todo habrá de pasar

de nuevo, porque siempre una causa perdida, yo, héroe de ficción, héroe de nada, lucho para no

caer al abismo, mas la tentación de saltar me acosa, de lanzarse a lo inevitablemente negro,

infinito, frío y desértico donde espera a la nada, donde no hay nada, y donde no crea, no

existe, sólo nada, nada y más nada de principio a fin, ninguna voluntad que la detenga,

que cree, o que al menos invente, que fantasee por mí, que no me queda más que

un abismo lleno de nada, un punto vacío en el cielo, en el universo, eso soy,

eso era, eso seré por siempre, el punto lejano y distante rodeado de

nada más que de mí: nada. Hasta dónde se extingue mi existencia

que no para, que no se detiene, que me tiene aquí atrapado,

serpiente que se come a sí misma, castigo prometeico,

nuevas extensiones de tiempo, de imaginación, de

veracidad, de movimiento, de historia, de

pasado, de posibilidades, de casualida-

des (¿o necesidades?), de lo inevitable,

camino siempre al Gólgota, parangón

de idiotas y reidiotas contrahechos.

Papel higiénico. Moco. Orines.

Mierda. Vómito. ¿Luego?

Soñador decapitado, ul-

trajado, violado,

descuartizado

y metido

en un

barril

de

rotoplas de quinientos litros de capacidad a inmediaciones del kilómetro treinta y dos de la ruta al Atlántico afirma el reporte oficial, se supone supuesta suposición de venganza. Las mil y un conclusiones, así debería llamarse la historia de mi vida, verga, quizá pueda vender los derechos algún avispado pariente mío, ja, hasta para un ensayo a la incredulidad le dejo a los cabrones. De todas las cosas inconclusas, de todos los presumibles intentos flatulénticos, de todas las malditas faltas, de todas las mentiras, de todos los engaños, letrero de INRI encima de la jeta en mi honor. Un pendejo más y sólo. Letritas, chiquitías, minúsculas, ultrarredundante. Hormigas y más hormigas llegan, huelen todo, saben que habrá algo de glucosa rescatable en mis restos, puta, que se lo harten todo si quieren pienso por último.

1 comentario:

José Roberto Leonardo dijo...

Puta mano!!!, si vas a seguir escribiendo así, por favor no cerres el blog, está bien deahuevo este poema, lo que más me gustado tuyo hasta el momento. Ya es una voz honesta, tuya, despojada de otros ecos, voces o influencias, hay una parte de vos que se quedó en este texto, ahí...petrificado pero resurrecto, ausente pero vomitivo, en serio felicitaciones, no dejés de escribir, cada vez lo haces mejor, en hora buena.